BARADEL, ¿SABE MÁS QUE…?
Malú Kikuchi (21/11/2020)
La Argentina, país de la
excepcionalidad, decidió que la educación en todo el amplio sentido de la
palabra, no era esencial y debían cerrarse escuelas, colegios y universidades.
Nada presencial, todo virtual. Sin haber asegurado antes que todos los
estudiantes tuvieran acceso a internet.
La mayoría de los países del planeta
actuó de manera diferente frente al reto de la pandemia. Las escuelas
permanecieron abiertas, algunas cerraron unos días, pocas tuvieron pocos casos
de contagio de covid-19, y los chicos siguieron, con protocolos, su imprescindible
rutina de aprender.
En
la Argentina toda, a partir del 20/3/2020, se entró en un sistema perverso,
donde la grieta entre chicos con acceso a internet y al lujo de medios audio visuales electrónico e inteligente
de comunicación, tuvieron la posibilidad de poder estudiar, y el resto, casi la
mitad del país, no.
La deserción escolar es de terror.
Madres obligadas a explicar temas que quizás no conocían. Obligaron a los
privilegiados a quedarse quietos delante de una pantalla, mientras un lejano y
desconocido profesor explicaba algo que no les interesaba. Sin amigos, sin recreos, sin patio.
El Fondo de las Naciones Unidas para la
Infancia, UNICEF, dice que el cierre de escuelas “puede generar en los niños
daños irreversible”. Los chicos
aislados, sin contacto con sus pares se angustian, se brutalizan, sufren
violencia, se los aíslan de todo aquello que deben hacer a su edad.
Además de no aprender, que es el trabajo
de los niños, pierden la disciplina de los horarios, la obligación de estar
limpios y prolijos, la sociabilidad con los demás, dejan de aprender lo que
será la vida en el futuro. Es lo que trata de explicar la UNICEF. Les roban el
futuro.
Para la Organización Mundial de la Salud,
OMS, “los menores no son grandes
transmisores del virus”. Y esto está probado alrededor del planeta. Pero por
alguna razón difícil de explicar, en la Argentina, han pasado más de 160 días
sin clases presenciales. Lo virtual no es igual.
Por lo menos un millón de chicos ya
abandonó el secundario. Y hay demasiados niñitos que no han tenido acceso ni
siquiera a la virtualidad. En Argentina el 2020 es y ha sido un año perdido. Más
allá de los 35.000 muertos, del largo millón de contagiados, el tema educación
es brutal.
Es un lugar común muy trillado, pero los casinos, los restaurantes,
los bares y los pequeños comercios, funcionan; mientras que la educación, como
la justicia y el congreso, no. Da que pensar. En el caso del congreso cuyas
funciones se quieren minimizar, se entiende. En el caso de la justicia que se busca
domesticar, se entiende; CFK e hijo necesitan
impunidad.
¿Pero la educación? Argentina es el país
de Belgrano, que siendo Secretario del Consulado de Comercio (1794/1810), en
plena colonia española, escribía sobre la educación ¡de las mujeres! Es el país
de Sarmiento y de su loco sueño de la “Educación Popular”, 1848, Chile.
La Revolución sin sangre más fantástica
de la historia, educar a todos los chicos de la misma manera, en las mismas
materias, sin diferencias, todos con delantal blanco que taparan lo disímil de
la ropa y el origen de la misma. Una educación obligatoria, laica y gratuita.
Es el país de Roca que recién en su 1ª presidencia en 1884 consiguió la ley
1420 de Educación.
Pero también es el país de Roberto Baradel,
secretario general del Centro de Trabajadores de Argentina (CETERA), que dijo
en agosto que no habría clases hasta que se tuviera la vacuna contra el virus. ¿Baradel
sabe más de educación y de salud que UNICEF y la OMS?
Todo es posible, raro, poco probable, pero
posible. ¿Baradel habla por su cuenta o por orden de alguien? Buena pregunta. ¿A
alguien del poder le interesa un pueblo ignorante? Si es ignorante, tendrá
menos oportunidades de trabajo. Dependerá más del Estado. Voto asegurado.
El pensamiento de una política diseñada
con este fin es demasiado terrible. ¿Será posible? Es probable. Todo parece
probable en el desgobierno de los Fernández. ¿Será tan errado pensar que es
deliberado? Decía Ezequiel Martínez Estrada en “Las 40”: “Si el caballo piensa,
se acabó la equitación”.
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