“ESTAMOS EN GUERRA LOS DELINCUENTES Y
NOSOTROS”
Malú Kikuchi (25/7/2020)
La frase del título la dijo un ciudadano
argentino residente en el Barrio Los Naranjos, situado en Machwitz, provincia
de Buenos Aires. Parece ser así. La inseguridad viene asolando al país desde
hace tiempo. Se cimenta en el aumento de la pobreza, la falta de trabajo y el seudo
“garantismo”.
Cuando termine, algún día lo hará, esta
eterna y errada cuarentena, las cifras más amables sostienen que de cada 2
argentinos, 1 será pobre. O sea que por
lo menos habrá un 50% de pobres, sin calcular los indigentes. No es que un
pobre deba delinquir, pero lo hará. Comer es imprescindible.
Lo mismo con los desempleados que
formarán legión dentro de ese universo de pobreza. La ayuda estatal tendrá un
límite, es inevitable. Si se, suma la
desesperanza ante un futuro que no será mejor, los empujarán al delito. Dinero
fácil de conseguir a punta de pistola. Matar o morir.
Y el seudo “garantismo”. Es un mote que
indigna, garantistas son aquellos que creen y respetan las garantías
establecidas en la Constitución Nacional. Estos discípulos de Zaffaroni son
simplemente abolicionistas del Código Penal. La Argentina desde hace 30 años enseña
esta aberración.
Año tras año se reciben abogados en
todas las facultades de Derecho del país, con la mente enferma. Los victimarios
son las víctimas y las víctimas son los victimarios. Hay algo muy retorcido en
esta falsa premisa. El delincuente pasa a ser una víctima de la sociedad,
maligna y “burguesa”.
El poder judicial, vaciado de justicia y
mayoritariamente enviciado con el “garantismo” y la corrupción, trata a los
delincuentes con excusas y a las víctimas con dureza. El actual gobierno liberó
presos, sin custodia ni tobilleras y con un patronato de presos cerrado por
cuarentena.
Fueron alrededor de 2.500, que por obvio
que parezca, algunos ya volvieron a delinquir. El autor del disparate fue el juez de Casación bonaerense Víctor
Violini, que firmó excarcelaciones y domiciliarias. La Corte Suprema bonaerense
revocó la orden, pero no se buscó a los presos.
Todo esto sucedió gracias al gobierno
que busca desesperadamente la impunidad para ciertos personajes. Para llegar a
conseguirlo necesita empezar por el
escalón más bajo de la sociedad, cuestión de llegar al más alto sin que la
población se sorprenda. La pandemia ayuda para este fin.
En pocos días hemos tenido episodios
terribles con 3 jubilados, en principio personas fáciles de dominar. El caso de
Jorge Ríos (71), en Quilmes, asaltado 3 veces durante la misma noche, terminó
matando a uno de los ladrones. Eran 5, todo de la barra de Quilmes, uno de
ellos, preso liberado por el covid-19. Otro jubilado (81), asaltado por 3 delincuentes
de noche en su casa del Barrio Peralta Ramos en Mar del Plata, mató a uno de
los delincuentes (que hacía 2 días había salido de la cárcel, por covid-19). Y
el caso inverso, el propietario de una gran casa en el Barrio Los Naranjos,
asesinado por un desconocido. Lo encontraron desnudo y maniatado.
Es ahí que otro residente del barrio
dijo a los periodistas que, “estamos en guerra, de un lado los delincuentes,
del otro nosotros”. “Le pagamos al gobierno por seguridad y la inseguridad nos
mata”, dijo otro residente. La conclusión fue que a falta de justicia había que
tomarla por mano propia.
No es un buen mensaje. La civilización
de un país transita desde la ley de la selva hasta un poder judicial
prestigioso y basado en la ley. La Argentina está haciendo el camino inverso.
Es peligroso. Pero el primer instinto del ser humano es el de conservación.
Ante la posibilidad de morir, matar.
Mientras todo esto sucede, los ministros
de seguridad de la Nación y la Provincia de Buenos Aires, pierden el tiempo en
discusiones inútiles. Pobreza, desempleo, garantismo, presos sueltos, sociedad
encerrada, jueces corruptos, la tormenta perfecta para la impunidad de los K.
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