HAY HAMBRE, PERO ATACAN AL CAMPO
Malú Kikuchi (4/7/2020)
Argentina, país contradictorio, está en
plena y dura y eterna cuarentena; la gente no trabaja, no produce, no vende, no
compra. Está paralizada, el resultado es que hay hambre. Los comedores populares se
multiplican y no alcanzan, la tarjeta alimentaria no alcanza, la ayuda del
estado no alcanza. Ante este desolador panorama, se ataca la producción del
campo.
Ataques vandálicos a silobolsas y
algunos incendios en campos de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe,
Córdoba y Entre Ríos. Hasta ahora se han dañado 5.700 toneladas de granos en
silobolsas. Se ha empobrecido al país en 5.700 toneladas que no se exportarán. Entrarán
menos dólares.
Lo que es más grave, menos comida para
la gente, menos comida para los chicos. Argentina tiene un alto índice de niños
desnutridos, algo incomprensible en un país que produce comida para 400
millones de personas y dicen que debería hacerlo para 600 millones. Un chico
con hambre es un delito en la Argentina. ¿Por qué el ataque al campo?
Según la Fundación Agropecuaria para el
Desarrollo de Argentina (FADA), por 1
hectárea de soja el Estado se lleva hoy el 69,7% de lo que le pagan al
agricultor. Y promediando los granos de trigo, maíz, girasol etc, el Estado se
queda con el 60,4% sumando varios
impuestos. Un asalto al trabajo.
¿Entonces por qué ese odio visceral al
campo y su gente? Los argentinos saben que los años de buenas cosechas son
buenos económicamente para ellos. Saben que la tierra ya no es de los “oligarcas”,
ahora pertenece a nuevas generaciones de nietos de inmigrantes y a pequeños
chacareros. Vicentín y Nardelli no son apellidos de próceres. ¿Por qué ese
odio?
¿Por qué enfrentar al campo con la
industria? ¿No escucharon hablar de la poderosa (o ex poderosa) agroindustria
argentina que hace vivir a pueblos enteros de la zona pampeana? Hay un tufillo
político, una sensación permanente de bajada de línea a los medios para
incentivar ese odio.
Sin pruebas fehacientes es imposible
probarlo. Son frases sueltas, trolls que atacan al campo desde las redes, la
política impositiva deliberadamente anti campo, aunque el Estado vive en gran
parte de él. Sumando impuestos nacionales, provinciales y
municipales, el campo no es sólo el gran proveedor de comida, es el que
mantiene a los Estados.
La Sociedad Rural hace referencia a la
“pasividad” del Estado (Nacional) ante los repetidos ataques al campo. Solo
Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados, haciendo valer su distancia
dentro de la coalición gubernamental, presentó un proyecto de ley sobre
“vandalismo rural”.
Se refiere al ataque a cosechas, silos,
silobolsas y tolvas. Que de efectivizarse llegaría la pena a 5 años de prisión.
El proyecto lo presentó junto al diputado del FdT, Ramiro Gutierrez. Esperemos
que se vote y sea ley. Y Sabina Frederic, ministra de Seguridad nacional, ¡visitó
un campo!
Es casi imposible con la extensión del
territorio argentino controlar lo que sucede en cada hectárea. Pero si el Presidente
de la Nación en una de sus innumerables charlas por radio y TV se dignara tocar
el tema campo y los irracionales ataques que está sufriendo, quizás, solo
quizás, terminarían.
Si no terminaran, por lo menos, la
ciudadanía sabría que el gobierno está a favor de la producción que la alimenta
y que mantiene en gran parte al Estado. Pero desde la presidencia no se dice
nada al respecto. Eso da pie a pensar mal. No hablar alimenta dudas, confirma
sospechas.
Hace 2.000 años, antes de Cristo,
Virgilio, el gran poeta latino escribía en La Eneida; “El hambre es mala
consejera”. No se le pide al gobierno tan preocupado y ocupado por la pandemia
que lea a Virgilio, pero el verso es cierto, el hambre es mala consejera. Debe
evitarla, empezando por defender al que produce los alimentos. Porque no basta
con dar de comer, hay que tener elementos para hacer la comida. Los da el
campo.
Y como en la Argentina hay que aclarar
todo, aclaro que no tengo campo. Defiendo un principio de sentido común. Veo
tierra solo en maceta, ahora que la cuarentena no me deja ir a la plaza.
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