GRABOIS, EL ASESOR DEL VATICANO
QUE AMENAZA
Malú Kikuchi (22/7/2022)
La Argentina es un país difícil. Y los tiempos actuales son extremadamente
difíciles en lo social y en lo económico. Todo está mal. Bastaría una chispa
mínima para provocar un fenomenal incendio. Es en este preciso momento que Juan
Grabois enciende una tea.
¿Quién es Juan Grabois? Nació hace 39 años (1983) en San Isidro, hijo de
Roberto “Pajarito” Grabois dirigente estudiantil peronista y de Olga Gismondi,
médica pediatra recibida en la Universidad Católica de Córdoba. Fue al colegio
Godspell, bilingüe y caro.
Estudió Ciencias Sociales en la Universidad de Quilmes y se licenció en
2009. En 2010 se recibió de abogado en la UBA. Desde entonces y hasta el 2019
fue jefe de Trabajos Prácticos de Teoría del Estado. Entre 2014 y 2016 vivió en
San Martín de los Andes, Neuquén.
¿Seguía trabajando en la UBA? NS/NC. En el sur trabajó a favor de la
causa mapuche y de temas ambientales. Volvió a Buenos Aires, se estableció en
Villa Adelina, San Isidro. Está casado y tiene
3 hijos. Trabajó como abogado especializado en temas laborales.
También en 2016 fue nombrado Asesor del Pontificio Consejo para la
Justicia y la Paz. Este Consejo se especializa en DDHH. Dice ser amigo del Papa
Francisco quien a su vez declara tener “una relación humana con Raúl Castro”.
Sin nombrar los horrores del régimen cubano.
Juan Grabois escribió 3 libros para la editorial Planeta, “La clase
peligrosa” y “La clase peligrosa relatos” ambos en 2018 y en el 2019 “Los 7
pecados argentinos”. Fue abogado de
Milagro Sala. Fundó el Movimiento de Trabajadores Excluidos y defiende las
tomas de tierras.
También fundó la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular,
CTEP (cartoneros). Acompañó a Cristina Fernández en su 1ª visita a Comodoro PY.
Su partido político es el “Frente Patria Grande”. Afiliado al FdT en el 2018
apoyó la campaña de los Fernández.
Referente de sus movimientos sociales maneja los subsidios planeros de los
afiliados. Es mucha plata. Exige más. La inflación se come cualquier sueldo en
blanco y cualquier plan social. El 20 de julio con su gente, marchó al centro
de la ciudad. Allí, desde un palco, vociferó.
Juan Grabois es normalmente un
hombre calmo, tranquilo, que se expresa con claridad y cuidando sus
palabras. El miércoles pasado estaba fuera de sí, desquiciado, gritaba tanto
que se quedó disfónico. Y lo que dijo fue abiertamente una amenaza al gobierno.
Al Presidente. “Es obvio que esto no da para más. Y si no te gusta el
salario universal, salí e inventá otra cosa. No nos salgas a decir que hay que
calmar a los mercados, vení y calmanos a nosotros, porque hay algunos gauchos y
gauchas (¿?) acá que estamos dispuestos a dejar nuestra sangre en la calle para
que no haya más hambre en la Argentina”.
Esa noche, en declaraciones periodísticas dijo: “Prefiero decir estas
cosas ahora y no lamentarme cuando empiecen los saqueos”. Dicen que es uno de
los voceros de Cristina. Lo seguro es que sus dichos son una instigación a la
violencia y al delito.
Dice el Código Penal: Art 209. “El que públicamente instigare a cometer
un delito determinado contra una persona o institución, será reprimido por la
sola instigación, con prisión de dos a seis años según la gravedad del daño
[…].” Claro que si habla mandado por
Cristina…
Los dichos de Juan Grabois son lo suficientemente elocuentes como para no
merecer comentarios. Sus amenazas son directas y transparentes. Hay algo que
Grabois parece no entender. La economía no es una ciencia exacta, es una
ciencia social con números.
La economía se basa en la confianza, en la credibilidad. Crédito viene de
creer, como los credos religiosos. Fiduciario viene de fe. Hay que creer como
en los dogmas de fe que un determinado pedazo de papel vale lo que está escrito
en él y que en algún lugar algo respalda
ese valor.
La fe es una gracia, se la tiene o no se la tiene. Los argentinos han
perdido la fe en su moneda. El gobierno trabajó para que ocurriera. Grabois
dijo alguna vez “que él trabajaba por plata, no para hacer la revolución”. No
hay plata, la que hay no vale nada. ¿Es tan difícil de entender?
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