EL GOBIERNO ENTRE LA MENTIRA Y LA SARASA
Malú Kikuchi (26/9/2020)
¡Qué semana! Ha sido una semana
emblemática hasta para la Argentina. El gobierno ha hecho explícitas sus
mentiras y sarasas. Han sido muchas, algunas de ellas tan, pero tan evidentes,
que hasta los militantes más convencidos del Frente de Todos, han comenzado a
vislumbrar la verdad.
Aparecieron en bandada las encuestas.
Como las elecciones legislativas están lejos, en octubre 2021, no son
premonitorias, sólo describen la realidad actual. La pregunta era sobre a
quienes se votaría en 2021. Para Sinopsis, si se votara hoy, el FdT obtendría
el 35% y la oposición el 48,7%.
El resultado de la encuesta no es obra
de “la pesada herencia recibida”. Hay que atribuirla a la “cuareterna” (que
intenta tapar la ineficiencia y falta de ideas del gobierno) y a las pésimas
políticas que empobrecen el país y que
están absolutamente alejadas de las necesidades de la gente.
Hechos. Las cifras de desempleo 13,1%,
de pobreza 40,2% y de indigencia 10,8% asustan. Las tomas de tierras que son
delictuales, parecen estar permitidas solapadamente por el gobierno. Mientras,
Martín Guzmán, ministro de economía,
llevó el presupuesto 2021 al Congreso.
Ni la imaginación tropical de *Gabriel
García Márquez y el realismo mágico latinoamericano a pleno, hubieran sido
capaces de pergeñar este presupuesto. Con micrófono abierto, sin saberlo,
Guzmán le comentó a Sergio Massa, “puedo sarasear”. Pareciera que todo el gobierno lo hace.
Sarasa, término coloquial en Argentina,
que implica vacuidad, improvisación, inoperancia. Sarasasear no es gracioso, es
lamentable. ¿Sarasean los gremios de los trabajadores de la educación cuando
Baradel dice que no habrá clases presenciales si no hay vacuna contra el
covid-19?
¿Qué tienen que ver los gremios con la
educación? Es un tema de maestros (¿todavía existen?), de alumnos y de padres.
Hasta que esto se entienda la educación argentina seguirá en retroceso. Los
gremios no deben manejar ni impedir la educación. El ministro Trotta les teme.
CABA insiste en iniciar clases
presenciales para 6.500 chicos que quedaron fuera del sistema. El ministro de
educación de la Nación, con el pretexto de la pandemia, se niega. Miedo a los
gremios educativos. Están echando a la
basura de la ignorancia a 6.500 chicos. ¿La Patria se lo demandará?
Alberto F. consciente de las encuestas,
decidió inaugurar algo, lo que fuere, todos los días. En el inevitable
discurso, la culpa de todo, desde la lluvia a la sequía, la tuvo el gobierno
anterior. Que perdió la oportunidad de cambiar las cosas y no fue un buen
gobierno. Pero sí mejor que este.
El 24/9 inauguró 738 viviendas
repartidas entre Buenos Aires, Mendoza, Misiones, La Rioja y Santiago del
Estero. Viviendas que no se construyeron durante este gobierno, lo hicieron
durante el anterior. Saraseó atribuyéndolas a su gobierno que prohibió la
construcción durante meses.
El Presidente ha decidido y tomado las
medidas necesarias, para que la población ahorre en pesos argentinos. No hay
muchos habitantes del territorio que puedan ahorrar. De hacerlo no lo harían en
una moneda inexistente. Alberto debería trabajar para recuperar el peso. No lo
hace.
La semana termina con el porno zoom del
ex diputado Ameri (Salta). Que sin saber que su pantalla estaba habilitada
probó los implantes de su compañera. Dejando de lado el hecho, exagerado para
quedar bien con la gente, es prueba una vez más que las sesiones deben ser
presenciales.
Desde Esteban Bullrich y su foto a la
señora que se viste ante la pantalla o el diputado que ayuda a su hijo con la
tarea escolar, las sesiones no pueden ser virtuales. Senadores y diputados
electos y pagados por el pueblo, son trabajadores esenciales, igual que los del
sistema de salud.
Basta de mentiras y de sarasas. ¿Qué pasaría si los ciudadanos que mantienen
todo este circo de cuarta dejaran de cumplir con sus obligaciones y aprendieran
a conjugar el verbo sarasear? Yo saraseo el IVA, tu saraseas bienes
personales, el sarasea el impuesto país, nosotros…
*Gabriel García Márquez (1927-2014),
escritor colombiano, premio Nobel de literatura 1982.
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