EL CONTROL ABSOLUTO ES EL *“SUEÑO ETERNO”
Malú KIkuchi (3/7/2021)
El ser humano tiene la ambición de controlar. Controlar algo, ya que la
vida es finita, las enfermedades acechan, el clima es adverso o benéfico, el
tiempo se le escapa entre los dedos. En este desierto de certezas, controlar
algo o a alguien o a muchos, es deseable.
Para evitar que los controles restrinjan en demasía las libertades individuales,
existe el sentido común. Pero este es escaso. Por eso, existen las leyes. Las buenas
leyes tienen como objetivo el
aristotélico bien común. Y en general se basan en la Constitución Nacional (CN).
No sucede así en la Argentina de los Fernández. Hay que preguntar si
alguna vez leyeron la CN y de haberlo hecho, si la entendieron. Actúan de forma
anticonstitucional. Las medidas que toman son inexplicablemente
anticonstitucionales.
De pronto, por no tener las vacunas suficientes, por ideología o por negocios o por ambas cosas; por no saber
distribuirlas con racionalidad, por no vacunar a los que se debe vacunar y
hacerlo con los que no, todos esos disparates los resuelven creando situaciones
inviables.
Los ciudadanos argentinos y los residentes extranjeros que “osaron” viajar
al exterior, no pueden volver a la Argentina. Se podían recibir 2.000 personas
por día en los aeropuertos y ahora sólo 600. Se les echa en cara el haber
salido del país. ¡Qué horror, son ricos!
Tienen dinero para viajar. Se les pregunta si fueron de vacaciones o a
vacunarse (liberando vacunas para los que no pueden viajar). Resulta que en el
artículo 14 de la CN se asegura que se puede entrar y salir del país libremente.
Sin explicaciones.
¿Qué le importa a migraciones si el viajero argentino o residente se va
porque se le da la gana y quiere ver el puente de Carlos en Praga o visitar a
su mamá o vacunarse? Es su derecho y el gobierno no tiene por qué preguntar las
razones del viaje.
Mucho menos castigarlo no dejándolo volver y obligándolo a pagar una
larga estadía en hoteles, pensiones o casas de amigos, sin saber si les alcanza
la plata para hacerlo o si tienen compromisos ineludibles con fecha fija en la
Argentina.
No hay país en el planeta que le prohíba a un ciudadano o residente,
volver al mismo. En cuanto a los extranjeros residentes debe el gobierno leer
el artículo 20 de la CN, donde se les otorga todos los derechos que tiene el
ciudadano sin obligarlo a naturalizarse.
Este dislate que se balancea entre
el ridículo y el espanto, ni siquiera es hijo de un DNU presidencial, es una “resolución
administrativa” Nº 643, de Santiago Cafiero (el librero fallido), hoy jefe de
gabinete de Alberto Fernández. ¡Por eso no pueden volver a casa!
Todo tiene un límite, este lo es. El gobierno nacional, progre, nac&pop,
devoto del pobrismo, no es el dueño de la Argentina. Es sólo un inquilino que
el pueblo votó para ocupar la Casa Rosada por 4 años. Los dueños de la
Argentina son los argentinos y todos aquellos que pagan impuestos para mantener
un gobierno que desconoce sus derechos. El límite se lo pondrán las elecciones legislativas.
*”La revolución es un sueño
eterno” historia novelada de Andrés Rivera sobre Juan José Castelli.
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